Revista Cocina

Agridulce

Por Soniaif

Según la filosofía oriental todo existe en este mundo porque existe su contrario, la dualidad, el ying y el yang. No hay luz sin oscuridad, alegría sin tristeza, y en mi caso venida sin ida.

Hace ya un año que prometí dedicar unas palabras a los señores virginianos (habitantes del estado de Virginia EEUU) si me trataban bien al vástago primogénito. Queridos virginienses (no ha habido manera de averiguar el gentilicio correcto): ¿Quien es este que ha venido y que han hecho con mi niño? ¿Por qué me han devuelto a este señor que me saca más de una cabeza, y me levanta con músculos de acero por los aires cada vez que se le viene en gana hacer un poco de ejercicio? ¿Qué ha sido de aquel adolescente que se negaba a hablar inglés con acento falso, y ahora contesta oh, yeah! al más puro estilo yankee? De cualquier manera: gracias. No existen pañuelos suficientes que empapen las lágrimas de alegría que derrame al verle de nuevo tras diez meses de larga ausencia.

Jupiter shall emerge

Pero habíamos quedado en que no existe nada sin su contrario, bienvenida sin despedida, y ahora que recupero a uno, se me va otro. Y esta vez el gentilicio es todavía más difícil de adivinar ¿Cómo diantre se llamarán los vecinos del estado de Idaho? Todo un misterio para cuya resolución dispondré de otros diez largos, eternos meses. De nuevo otro tercio de mi corazón de madre española (esta vez el segundo) se quedará divagando entre la tristeza de la despedida y el orgullo de saber que de nuevo, de vuelta, mi niño se habrá quedado perdido en algún lugar más allá del Atlántico y volverá un hombre casi hecho y derecho. Claro, que existe la posibilidad de que a éste me lo devuelvan antes de tiempo. Ya le he advertido que no se deje crecer la melena como tiene por costumbre hacerlo, que no se vista con trapajos porque según su opinión para cubrirse el cuerpo no hace falta más, que no saque a la luz sus ideas revolucionarias, que me lo echan por anarquista. Dicen las malas lenguas que es el que más se parece a mí, tanto en el físico como en carácter... ¿A mi????

Una mirada crítica

De nuevo, señores Idahoenses (?), si me tratan bien al niño, prometo, pasado un año, y si me lo devuelven en buenas condiciones, dedicarles, con todo mi cariño, un rincón de éste, desde ahora, con mucho afecto, su espacio virtual.

Y muy en consonancia con el tema de hoy, una receta diferente, agridulce, de sabores contrastados. Mermelada de cebolla y balsámico. Dulce y ácida a la vez, como la vida.

MERMELADA DE CEBOLLA Y BALSÁMICO

Mermelada de cebolla y balsámico

Ingredientes:

3 cucharadas de mantequilla

2 cebollas grandes

2 cucharadas de azúcar (puede usarse una cucharadita más, si a uno le apetece que sea algo más dulce)

1 taza de vinagre balsámico

1/2 taza de vino tinto (por ejemplo un Rioja joven)

4 cucharadas de pasas

sal

1.- Cortamos las cebollas por la mitad y después en rodajitas finas.

2.- En una sartén caliente fundimos la mantequilla, echamos la cebolla, salamos y la doramos a fuego medio durante unos 5 minutos sin que se queme.

3.- Añadimos el azúcar, removemos y dejamos cocinar a fuego bajo durante 10 minutos.

4.- En este momento echamos el vinagre, el vino y las pasas y dejamos que se cocine lentamente hasta que casi se haya evaporado el líquido y el restante tenga aspecto de un sirope.

¡Así de sencillo! Perfecta para acompañar carnes a la barbacoa, pechugas de pollo o chuletas de cerdo a las que queramos dar un contrapunto agridulce.

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He visto muchas veces en Francia tarros de mermelada de cebolla. Siempre tuve ganas de probarla. En cambio la inspiración para esta receta la encontré en el libro “The big book of Backyard Cooking” (algo así como “El gran libro de la cocina del jardín que hay detrás de la casa” es decir, de la cocina en el exterior de casa) de Betty Rosbottom, y el cual recomiendo por su sencillez y originalidad.

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