Revista Cine

Análisis de Sagas y Trilogías: El Padrino, la tragedia de Michael Corleone.

Publicado el 01 agosto 2010 por Cinefagos

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“Detrás de cada fortuna, hay un crimen.” Balzac.

Desde su publicación hace ya cuarenta años, “El Padrino” la novela escrita por el italoamericano Mario Puzo, se ha convertido en un pilar básico de la historia del cine introduciendo en el imaginario colectivo un mundo de mafiosos con gatos, trajes de seda, cabezas de caballo entre sábanas ensangrentadas, buenos modales, voces roncas y algodones en los carrillos.

Su poder es tal que están consideradas como las mejores películas de todos los tiempos, lo que hace que mucha gente las alabe sin saber exactamente por qué ha de hacerlo, simplemente porque parece muy “cool” defenderlas a capa y espada mientras critican sistemáticamente otro tipo de producciones. Como dijo cierto escritor: “la pereza intelectual llega a sus cotas más altas entre los más cultos”. Y son muchos los que hoy día, cuando escuchan que Toy Story puede llegar a rivalizar (como saga) a la de la familia Corleone, echan pestes sobre todo esto. El señor Vicente Molina Foix es un claro ejemplo de esto.

Sin embargo, El Padrino es grande. Tanto como la mención de su nombre nos hace imaginar, quizá incluso más, pero cuesta saber dónde acaba el pedestal que le han construido los críticos especializados y que el público ayuda a mantener por aquello de seguir a la manada y dónde empieza a valorarse la historia de un hombre y su familia.

Vamos a adentrarnos en las entrañas de la obra de Francis Ford Coppola para descubrir algunos de los detalles que la convirtieron en lo que es hoy.

Y recuerda que no es nada personal, tan sólo son negocios.

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Mario Puzo había escrito otras historias anteriormente. Pocas de ellas se encuentran editadas al castellano y es curioso que alcanzara la fama con una novela y unos personajes que nunca llegó a querer ni a gustarle del todo. La historia de la familia Corleone, la más temida de Nueva York, atrajo al público ávido de historias sobre gángsters gracias a su peculiar estilo, su perfección narrativa y la energía que destilan cada uno de los personajes (tan reales que cuesta creer que sean solo palabras), lo que  hicieron posible su adaptación al cine tan sólo dos años después de su publicación.

La historia principal es la siguiente: Vito Corleone, el Don más respetado de la ciudad, se ve en la situación de aceptar o no tratos con otras familias para introducir el tráfico de heroína en sus calles. Así podría parecer normal y corriente, pero la gracia, como seguro que ya he dicho en alguna ocasión, son los detalles. Vito Corleone es una presencia que emerge del libro, un hombre al que acudir con cualquier problema a sabiendas de que te lo solucionará a cambio simplemente de amistad y respeto. Es posible que algún día tengas que devolverle el favor, aunque la mayoría de las veces se limita a lo siguiente: Si eres pastelero, qué menos que hacerle un pastel para la boda de su hija. Si eres jardinero, qué tal un ramo de flores para su cumpleaños.

Pero la historia de la mafia está llena de buenas maneras capaces de desembocar en la más sangrienta de las guerras.  Conforme avanzan las páginas, Vito Corleone deja de ser simplemente un hombre amable capaz de pedir prestado dinero para ayudar a un amigo, para convertirse en un personaje influyente viviendo en una bonita casa que cuanto más te la describen más notas que se trata de un fuerte. Descubres también que las formas de solucionar todos esos pequeños problemas que la gente comparte con él tienen un componente de intimidación y violencia, como la famosa escena de la cabeza de caballo en la cama, en un claro mensaje de que no importa lo poderoso, rico y famoso que seas, porque un oscuro comerciante de aceite puede matarte en cualquier momento. Con casos como la decapitación del Semental Jartum, la mafia se transforma en algo tan real como tangible. Un mundo que se nutre bajo la fachada de la legalidad, comercios de aceite, empresas constructoras y apoyo político, haciendo de “El Padrino” una forma de ver el crimen organizado como no se había hecho hasta ahora, lejos de las visiones planas de tipos armados capaces de acribillarse por tratos sucios.

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De modo que desde un principio queda claro que no se trata de un grupo de asesinos, pero cuando llega el momento de tratar asuntos serios, Don Vito puede ser implacable. Cuando llega el momento de que les pidan un millón de dólares para invertir en el floreciente negocio del tráfico de drogas, Vito se muestra en desacuerdo alegando que por mucho dinero que haya, (y a sabiendas de que si no lo hacen ellos perderán su participación en el negocio) las drogas son un negocio sucio, mucho más que la prostitución, el juego, el alcohol, que son considerados simples vicios. El poder de los Corleone reside en su apoyo político, que no mantendrían si de repente los niños empezasen a volverse unos adictos a la heroína. La personalidad estrictamente conservadora de los viejos Jefes es algo real que se sacudió con la llegada de las drogas a las calles. De hecho, de forma simbólica, el tráfico de estupefacientes es lo que convierte al Don interpretado por Marlon Brando en Tony Soprano.

Sin embargo, las generaciones jóvenes no lo veían de la misma forma, ya que para ellos se limitaba a ser un gran mercado virgen a la espera de ser explotado. Incluso el hijo de Vito, Sonny Corleone, se muestra de acuerdo, interrumpiendo a su padre en el instante de la negociación. Sonny es un hombre impulsivo que no sabe “cuándo ha de hablar y cuándo callarse”, ya que cualquier muestra de desacuerdo en el seno de la familia podría ser tomada por los enemigos como un punto débil.

Y en efecto así es, La historia empieza a ponerse interesante cuando, tras mostrarnos ese mundo perfectamente organizado de la familia Corleone,  Puzo se lo carga de una forma magistral: asesinando a Luca Brasi, el mejor soldado de los Corleone, y atacando a Vito a la salida de su oficina en la empresa de aceite. Es disparado en varias ocasiones delante de su hijo mediano, Fredo, que lo único que puede hacer es echarse a llorar al no ser capaz ni siquiera de sujetar un arma para salvar la vida a su padre. Y aunque el intento de asesinato fracasa, porque Vito llega vivo al hospital, deja a la familia en una posición muy frágil. Sonny asume el mando mientras su padre agoniza, y Michael, el hijo menor de Vito y un chico que no tiene nada que ver con los negocios de la mafia (llegando incluso a enfurecer a su padre alistándose en el ejército) llega preocupado por su estado de salud. Pero al llegar al hospital, se encuentra con que le han retirado toda la vigilancia a su padre, lo que apunta a un inminente intento por rematar la jugada. Desesperado, Michael ordena a una enfermera que le traslade mientras él se coloca en la entrada del edificio, esperando la llegada de los asesinos. Pero quien aparece es la policía y al resistirse, un capitán le rompe la mandíbula a Michael de un puñetazo.

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Cuando esta historia saltó a la gran pantalla, Michael Corleone resultó ser un perfecto alter ego de Al Pacino. Tanto su estatura como su carácter no encajaban en el grupo de actores y tipos duros que se habían reunido para grabar la película, de modo que se sucedían las bromas hacia él. Sin embargo la imagen tanto del actor como del personaje que interpretaba cambiaron con la escena en la que Michael se reúne con los enemigos de la familia para dialogar y acaba matándolos a los dos. Su sangre fría y su mirada impenetrable hacen mucho más por acojonar al espectador que los insultos y gritos de Sonny.

Después de eso, su bautismo de sangre, Michael deberá huir a Sicilia abandonando a su novia Kay. Mientras tanto, la guerra entre las familias continúa, y al recuperarse Vito Corleone, decide reunir a la Comisión formada por las familias de Nueva York para pedir el cese de las hostilidades. Don Corleone, que ha perdido a Sonny acribillado a balazos en un puesto de peaje, rehúsa a vengarse en la seguridad de que la venganza no le devolverá la vida de su hijo, y accede a proporcionar el apoyo político que las demás familias pidan para permitir la introducción de droga en las calles. Tras aquella reunión los Corleone dejan de tener tanta influencia y se convertirán en una familia menor, hasta que Vito muere y Michael se convierte en el Don de la familia.

La visión de Francis Ford Coppola.

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Trasladar a la gran pantalla esta historia no fue tarea fácil. Para empezar se asignó un millón de dólares como presupuesto en la creencia de que “El Padrino” debía ser una película sin demasiadas pretensiones. Pero con el paso de las semanas aquello iba tomando un aspecto formidable y aterrador. Francis Ford Coppola, un director escogido por el estudio porque era bastante desconocido y, por lo tanto, barato, quería que Marlon Brando encarnase a Don Vito Corleone, a lo que el estudio se negó en rotundo ya que Brando era conocido por todas sus excentricidades y rarezas, así que los productores le propusieron varias condiciones seguros de que nunca podría cumplirlas tales como evitar que Brando se descontrolase y obligarle a hacer una audición. La cara de aquellos tipos al ver a Brando sentado en la sala de espera esperando su turno como todos los demás tuvo que ser para fotografiarla, y su caracterización, con la boca llena de algodones para dar a su cara un aspecto hinchado, encantó al equipo.

Algo parecido pasó con Al Pacino, al que no veían para el papel, como ya he comentado antes. Ni siquiera el hecho de que los productores querían que todo el elenco tuviera raíces italianas y que los abuelos de Pacino residieran precisamente en el pueblecito de Corleone, parecía ser suficiente.

Ni Coppola las tenía todas consigo: todos los días había alguien supervisando su trabajo y reportando a la Paramount, ya que no confiaban en que fuera capaz de transmitir la crudeza de la historia que se tenían entre manos. Como detalle añadido, el encargado de dirigir la película hubiera sido el propio supervisor, de modo que podemos imaginarnos la presión que Coppola tuvo que soportar. Sólo ganó algo de espacio cuando mostró a los productores la escena de la ejecución del restaurante

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El Padrino se estrenó en 1972 y se convirtió en un gran éxito de taquilla y público. Marlon Brando ganó y rechazó el Óscar a mejor actor, de hecho en la ceremonia mandó a una actriz vestida de india que pronunció un discurso acerca de los malos tratos a los nativos americanos que no gustó para nada al público. A pesar de todos los problemas, Coppola había salido victorioso al igual que Michael Corleone, el que parecía que nunca podría equipararse a su padre o a sus hermanos, había resultado ser no sólo el perfecto Don, sino también el más despiadado de todos.

Algo que aprendimos con “El Padrino” es que nunca debes creerte nada de Al Pacino, y menos cuando te perdona. Cuando Vito, en un memorable discurso, acepta todo lo que ha ocurrido con resignación, sabemos, como espectadores, que las cosas no van a acabar así. Y aunque Vito Corleone fallece jugando con su nieto, lo que nos da a entender que ha tenido una vida plena y satisfactoria, la vida sigue.

Michael, que descubre que fue su propio cuñado quien provocó la muerte de Sonny, le promete una vida larga y plena en Las Vegas junto son su mujer (Su propia hermana) y su hijo recién nacido. Tres minutos más tarde está siendo estrangulado en un coche. Pero ahí no se detiene y dirige su venganza contra todos aquellos que se la han jugado a los Corleone en un único movimiento magistral, el clímax de la película. La famosa escena del bautizo.

Hay una perfecta unión entre los dos artistas, entre Michael Corleone, y su plan para acabar con todos los que les han defraudado, y Coppola, en su montaje y dirección. Hay algo en esa escena, en la música, en los lloros del niño, que hacen que sea molesta de ver. Sabes que algo va a pasar y quieres que ocurra de una vez y cuando lo hace, ves que el pequeño de los Corleone no tiene ningún tipo de compasión. Bautiza a su sobrino mientras está pensando en matar al padre de la criatura, y su poca expresividad no hace sino transmitir la seguridad de que no quieres ser su enemigo.

Mientras los enemigos de la familia Corleone son acribillados en un ascensor, en una barbería, en la cama con una amante o en cualquier lugar posible, no dejamos de pensar que algo ha cambiado en ese chico amable y simpático que veíamos al comienzo de la película comprando los regalos de Navidad junto con su novia Kay. No sólo tiene las cicatrices en la mandíbula, sino que se ha tornado más seco e impenetrable que nunca. Ni siquiera su mujer, Kay, cree que pueda confiar en él. Él es capaz de mentir mirándote a los ojos, asegurando que él no ha ordenado ningún asesinato, para instantes después recibir en sus manos los besos de todos los miembros de su “otra” familia.

“Así es mi familia Kay, pero no yo.” Michael Corleone.

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El poder de “El Padrino”.

Repitiéndome una vez más, la gracia de esta saga de crimen organizado reside no sólo en lo que cuenta, sino en cómo lo hace. Esta historia de tintes Shakespearianos relata la tragedia de un hombre bueno que tiene que tomar decisiones difíciles y que le acaban convirtiendo en un monstruo, pero también nos presenta un mundo sumamente atractivo. En una entrevista, Robert de Niro declaraba haber conocido a personas que se acabaron uniendo a la mafia, y él cree que no es la sangre o la violencia lo que atrae a la gente, sino la sensación de control. Saber que hay un mundo por encima de las reglas establecidas, saber ver la cara oculta de todo el tinglado. Hay una frase en la película que creo que lo refleja bien, una conversación entre Kay y un transformado Michael:

“- Mi padre no es diferente a cualquier hombre poderoso. Es un hombre responsable de otros muchos, igual que un senador o un presidente.

- ¿Cómo puedes ser tan ingenuo Mike? Los senadores y los presidentes no matan a nadie.

- ¿Quién es el ingenuo, Kay?”

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Incluso, ‘El Padrino’ hace un inteligente uso de la historia verídica de la mafia, así que no se trata simplemente de una ficción bonita y adornada, sino que hay multitud de detalles sacados de las verdaderas familias mafiosas, una red de referencias internas que han conseguido que cualquier novela sobre la mafia, aunque esté basada en personajes reales, parezca un plagio. Y es que las cinco familias de la novela (Corleone, Tataglia, Cuneo, Barzini y Stracci) son pseudónimos de las que controlan Nueva York (Gambino, Colombo, Lucchese, Bonanno y Genovese, la más importante de todas) Efectivamente existió un Vito, Vito Genovese, un hombre controvertido en la historia de la mafia y del que se dice que sus modales y su brutalidad (¿Como la de Sonny, tal vez?) hizo más por la destrucción de la familia que todas las fuerzas de la policía. La voz rasposa de Vito Corleone hace referencia a la de Frank Costello, Don de la familia Genovese que hablaba así fruto de una operación en sus cuerdas vocales.

El asesinato de Sollozo y el agente de policía en el restaurante está basado en otro hecho real, la muerte de Joe “The Boss” Masseria, uno de los primeros jefes de la mafia en Estados Unidos, asesinado por orden de uno de sus hombres, Lucky Luciano.

Luciano fue uno de los mayores mafiosos de la historia. De hecho su poder político se dice que llegó muy alto, ayudando a las tropas estadounidenses durante la segunda guerra mundial (aunque esto tiene más pinta de rumores que otra cosa). Lucky Luciano tenía ese nombre porque se consideraba afortunado por haber sobrevivido a una paliza que le dejó la cara marcada y un ojo entrecerrado, como podéis ver en la foto de arriba. Así que la mandíbula destrozada de Michael Corleone ya sabéis de dónde salió. De hecho Michael tiene hasta el final de la película una marca oscura bajo el párpado y se seca repetidamente el lagrimal con un pañuelo.

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Incluso hay un detalle curioso y es que en la película uno de los personajes del libro es súbitamente cortado. No es otro que Johnny Fontane, una estrella de Hollywood con problemas que recurre a sus amigos de la mafia. La razón de que este personaje apenas aparezca es que tiene muchas similitudes con Frank Sinatra, un hombre al que le encantaba, quizá por las razones que daba Robert De Niro, el mundo de la mafia. Llegó a ser amigo íntimo de Luciano (incluso llegó a regalarle una pitillera con la leyenda “De tu amigo, Frank Sinatra). Es conocido el recital privado que hizo para los jefes de la Cosa Nostra, así que existen motivos más que suficientes para que Johnny Fontane se diluyese un poco en la gran pantalla.

La lista de referencias es interminable y seguro que muchas de ellas pasan desapercibidas. El Padrino sentó las bases del cine criminal de alto standing y la imagen del mafioso siciliano, siendo imitado hasta la saciedad en homenajes que se pueden apreciar en muchas partes, como la presencia de naranjas cada vez que alguien está a punto de morir. Un pequeño detalle que incluso la serie de televisión “Los Soprano” no ha dudado en incluir,  aunque de forma mucho más prosaica  (en zumo).

Todos estos detalles han hecho de esta saga un icono del cine que merece la pena ser revisitado de vez en cuando y que no ha palidecido con el paso de los años. De acuerdo que la escena en la que Sonny Corleone le propina una brutal paliza a su cuñado “canta” demasiado y vemos que realmente no le está pegando y son dos personas actuando, o que la sangre que vemos a lo largo del metraje no es roja, sino naranja, pero sus enormes virtudes compensan estos detalles que a lo mejor me chirrían porque soy demasiado quisquilloso. Dos años más tarde se estrenaría su secuela y dieciséis más, una tercera parte de esta historia criticada por ofrecer una visión demasiado favorable de la mafia. La vida de Michael Corleone, el corazón de esta épica moderna, no ha terminado aún, ya que todo crimen tiene, como no puede ser de otra forma, su castigo.

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Por  Irma Bertone
publicado el 05 octubre a las 23:41

Me gustó mucho la síntesis de la película, concreta y buena.