Revista Diario

Bipolar, antisocial y contradictorio

Por Chak
Bipolar, antisocial y contradictorio
Me considero antisocial. No en estado puro, ni a ultranza. 
La gente y las relaciones sociales en general, me asustan. Creo que por eso me llevo tan mal con mi familia, por eso tengo problemas con mi esposa y en general no me acepto. Todo eso lo pude controlar (ocultar, pues) en la Internet, allá por los inicios de la década de lo 90 del siglo pasado, antes de que llegaran las redes sociales para obligarnos a convivir incluso con pantalla de por medio.
Tengo pocos amigos y casi no les hablo porque sinceramente a veces me aburre que su vida, casi como la mía, no cambia. Pocas cosas son las que verdaderamente me interesan ya no digamos de mis amigos, sino de mi propia vida. Y si me tengo que enterar de vacuidades en mi bandeja de entrada, muro, timeline o lo que sea, prefiero mantenerme al margen.
Yo navego en Internet desde 1996, más o menos... Entonces Internet no era lo que es ahora. Servía para ver algunas páginas en Yahoo!, que era lo más avanzado, y no había mucha gente conectada. La ilusión de tener amigos (vía email) en diferentes países y en diferentes idiomas era una chaqueta mental llena de probabilidades. El único pero es que no hablaba ni escribía inglés... y todavía no lo hago. El otro pero es que no me interesaba hacer amigos por correo electrónico ni mucho menos por las salas de chat.
Esas salas, afortunadamente se extinguieron. Duraron un algunos años y luego desaparecieron, así como ahora le está sucediendo a Hi5 y así como espero que le suceda en algún momento a Facebook
Mira que mantener informados a todos de lo que haces... A mí poco me aporta saber si mi "amigo" (cualquier cosa que eso signifique en los tiempos del Facebook) se le antoja un helado, está en el Gym o se fue a comer. Menos me importa si se fue a Valle de Bravo y el muy cabrón no me invitó, o se tomó unas cervezas en tal o cual bar...
Lo siento: en cuanto a las relaciones sociales soy un poco chapado a la antigua. Yo que soy Chak, tengo Facebook, pero el otro yo, que es el verdadero yo, no tiene nada parecido. Ya bastante tiempo pierdo investigando temas, leyendo blogs, reseñas, cuentos, viendo fotos, videos, probando programas, pensando, deprimiéndome, peleándome conmigo mismo, con mi esposa, con mi familia con las computadoras (sí, todas ellas) como para luego dar cuenta de cada una de esas cosas en un muro virtual que pueden ver mis "amigos" (insisto que no sé qué significado tiene ahora esta palabra en este contexto).
Esto no es un desplante para quienes amablemente leen el blog. Al contrario. Yo leo muchos blogs y comento en algunos de ellos. Pero cada vez que lo hago no dejo de sentir una especie de culpa por "invadir" por "pisar" un espacio ajeno... No así al leerlos. Quizás en el fondo es una cuestión más profunda relacionada con mi fascinación por el voyeurismo. Siempre tabú e insuperable, compartido por millones que nos conformamos con mirar a través de la pantalla.
Al final yo también comparto. No lo puedo evitar. Lo hago aquí con quienes se asoman y leen, lo hago con quienes tienen la delicadeza y el atrevimiento de comentar. Lo hago también con mi esposa, con mi psicóloga y con algunos amigos (a los que miro a los ojos y a los que puedo abrazar cuando me despido de ellos).
Y sí, siempre es liberador sacar esos bichos que me taladran el cerebro y el alma. Mostrarlos y analizarlos, hablar de ellos, con ellos, y luego comerlos cuando todavía mueven sus patitas, siempre compartiendo el pan y la sal a través de la pantalla o sentados a la mesa frente a un par de cervezas. De las dos opciones las dos me parecen tan nobles y útiles que no sé cuál elegir, aunque con estos calores, la cerveza siempre se agradece.
Comparto y socializo mi soledad, mi aversión a la gente, mi miedo a ser rechazado, mi dificultad para entablar para cualquier conversación. Comparto y socializo también mi gusto por la charla inteligente (o al menos lo que yo así considero) y mis intensas y odiosas contradicciones.

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