Revista Expatriados

Comerse la Alhambra

Por Maletas@sinrumbo
Comerse la Alhambra

Michelle Obama está en Granada. Me la imagino admirando la puesta de sol desde el mirador de San Nicolás aferrada a la mano de su hija Sasha. Subir a ese rincón del Albaicín deja sin aliento por las cuestas. Y luego permaneces boquiabierto un rato más por las vistas. Pero hay un sitio más exclusivo para disfrutar de esa panorámica.


Si de verdad queréis comeros la Alhambra probad en la terraza de “El Agua, Casa de vinos”. Me lo ha descubierto esta mañana Ana Prior, una granadina de 25 años parlanchina, ocurrente y llena de ideas.


Vamos a escaparnos a su rincón favorito.


Cuando vayáis absteneros de tacones y coche. Para llegar al número 7 de la Placeta del Aljibe de Trillo debéis cruzar un laberinto de calles empedradas en pendiente y abriros paso a un abanico de cármenes, las típicas casas andaluzas con patio interior y jardín. Merece la pena contemplar el vencindario con tranquilidad; el Agua es uno de esos cármenes, de dos plantas, perfumado con olor a jazmines y queso derretido...


Lo ideal es ir al atardecer para disfrutar de una velada romántica mientras el sol sonroja la Alhambra y visitarla tras la cena porque el menú no es ligero. La especialidad son las foundes de carne y queso. Y de chocolate toblerone derretido. De entrantes sirven patés variados, embutidos ibéricos, ensalada de salmón y una carta de vinos bien surtida, desde Riojas a vinos de Sierra Nevada. La cena para dos sale por unos 30 ó 40 euros. Las mesas con vistas de su terraza son muy golosas. Haced una reserva, sería una lástima perder la oportunidad de comeros la Alhambra, como diría Ana.


Yo daría cualquier cosa por escaparme otra vez a Granada, desayunar tostadas con tomate y aceite de oliva, tapear a discreción jamón y aceitunas, sentir el fresco de la sierra, perderme por enésima vez en el Albaicín, encerrarme en una tetería árabe, comprar vasos, lámparas, cojines y alfombras marroquíes, o simplemente sentarme en cualquier banco de cualquier calle, poner el oído y escuchar el parloteo de los granadinos.


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