Revista Viajes

Dos mochileros en la costa azul francesa

Por Arielcassan

Empezaba finalmente el viaje tan esperado. Tras una semana de idas y vueltas en la ciudad vasca de San Sebastián, estábamos listos para salir a la ruta a continuar viaje.

Por primera vez en esta travesía, no iba a aventurarme sólo. Janire, yo y nuestro pequeño Toyotita salíamos a las rutas en búsqueda de nuevas anécdotas.

No había un itinerario demasiado organizado. Ni siquiera teníamos mapas decentes de los países a los que ibamos, y además habíamos declinado la oferta de llevarnos un GPS con el auto. En cambio, teníamos los corazones dispuestos a perderse por los caminos y nuestro único radar satelital era el dedo de Jani que avanzaba paso a paso sobre los pocos mapas que conseguíamos.

El GPS manual en las manos de Jani

El GPS manual en las manos de Jani


Mmm... ¿Con que Menton, eh?

Mmm... ¿Con que Menton, eh?

Nuestra idea inicial era recorrer la Riviera Francesa, comúnmente llamada “Costa Azul”, o con su nombre en francés, “Cote D’Azur”.

Por años había visto imágenes de algunas de las famosas ciudades que ven bañadas sus playas por dicha riviera. En todas ellas, el mar era de un color fabuloso, casi indefinible.

Voy a confesar algo: siempre tuve problemas para catalogar colores.

No, no se confundan, no creo que sea daltónico. Me refiero a que la amplia gama de tonalidades que puede tomar cada color siempre me complicó su categorización. Y además no comparto la decisión popular de llamar a los colores por objetos que los presentan.

Esto es verde. Sí, claramente es verde. ¿Pero qué verde? ¿Verde esmeralda? ¿Verde musgo? ¿Verde manzana? ¿Acaso todas las esmeraldas, los musgos y las manzanas son de la misma tonalidad de verde? ¡Y el colmo es el verde agua!
Todo esto siempre me supuso un problema que creo que jamás resolveré.
Para mi es verde. Verde, y punto.

En el caso del mar que baña las costas de la Riviera Francesa, su color era indiscutiblemente azul.
Pero si me preguntan por su tonalidad, para mi era un color…mmm… “azul y punto”.

El fantástico color de agua en la Riviera Francesa

El fantástico color de agua en la Riviera Francesa

Al escuchar el apodo de esta región, “La Costa Azul”, siempre deduje que se debería al intenso color de su mar.
Pero estaba equivocado. Luego me enteré que el verdadero motivo por el cuál lo llaman así, es por la gran cantidad de personajes de la nobleza que vacaciona en esta zona. Es decir, gente de “sangre azul”.

Y apenas anduvimos un poco, empezamos a ver que nuestro lindo Toyotita desentonaba bastante con la calidad de autos que los de “sangre azul” sacaba a las calles.

Vehículos que sólo había visto en películas, en esas típicas presentaciones de PowerPoints para que te babées por las cosas que nunca tendrás, o en un viejo álbum de figuritas que coleccionaba cuando era chico. De esos que hacían que la gente deje de mirar a las Ferraris y los Lamborghinis, que por estas ciudades son curiosamente frecuentes. Me refiero a vehículos como estos:

Un MacLaren por las calles de Saint-Tropez

Un MacLaren por las calles de Saint-Tropez


Un edición limitada dedicado a Ayrton Senna por la Riviera Francesa

Un edición limitada dedicado a Ayrton Senna por la Riviera Francesa


¿Eso es un Batimóvil?

¿Eso es un Batimóvil?

Cuando pasaba un auto como estos, hasta la gente que vive allí sacaba su cámara para fotografiarlos.
Tal es así que en una ocasión, en una calle en bajada, unos continuos semáforos desincronizados nos dejaron en la envidiable posición de estar atrás de uno de estos “edición limitada”, únicos en el mundo.

Mi pie derecho clavado con fuerza en el pedal del freno, mi mente preparada para abalanzarse sobre el de mano si fuese necesario, la frente sudando ante la posibilidad de que una mala pasada me haga perder la concentración y el temor a simplemente rasparlo. Y todo esto, rodeado de turistas sacándonos fotos. O bueno, probablemente sacandole fotos al auto que teníamos delante.

Pero no nos importaba. Nosotros estábamos contentos con nuestro Toyotita de color “rojo y punto”.
Un autito que personalizamos a nuestro gusto, lo llenamos de bolsas, toallas mojadas y migas de galletitas (tuvimos una heroica guerra contra un ejército de hormigas por este motivo), y hasta lo convertimos en nuestro hotel durante las noches que lo tuvimos.

Y tampoco nos importaban los personajes de nobleza.
Janire y yo supimos ser por unos días, ¡dos mochileros con sangre azul!.

Dos mochileros con sangre azul

Dos mochileros con sangre azul

La primer parada en la Costa Azul fue Marsella, la ciudad más grande del sur de Francia. Supuestamente tildada de “poco interesante” por la rivalidad con los pueblos balnearios vecinos, igualmente nos dejó ver por primera vez el hermoso color del mar que en los próximos días no nos cansaríamos de mirar.

Aunque demasiado grande y bastante comercial, su lindo centro histórico, su marina y el contacto con su gran cantidad de habitantes de origen africano (principalmente argelinos), hacen que valga la pena incluírla como destino y recorrerla aunque sea por unas horas.

Marsella

Marsella


Marsella

Marsella


Marsella

Marsella

Bordeando la costa poco a poco, a través de bonita ruta entre bosques que en cada curva da fabulosas vistas del mar, fuimos parando pueblo a pueblo mientras avanzabamos en dirección a Italia. Fueron pasando Les Calanques, Cassis, Bandol, Six Fours Les Plages, Toulon. . Uno más lindo que el otro.

Cada uno con sus particularidades, nos llenaron los ojos de increíbles paisajes, playitas rocosas y un inolvidable atardecer.

Panorama rutero de la Riviera Francesa

Panorama rutero de la Riviera Francesa


Atardecer en la Riviera Francesa

Atardecer en la Riviera Francesa


Atardecer en la Riviera Francesa

Atardecer en la Riviera Francesa

Era momento de la primer noche durmiendo en el auto. La prueba de fuego, que decidiría si el Toyotita era un “alojamiento” válido y cómodo para el resto de los días.

No sólo lo fue, sino que encima nos hizo convertirnos en especialistas catadores de estaciones de servicio y en sólo un vistazo decidíamos desde la ruta si cada una de ellas era un lugar factible o no para pasar la noche.

Tal es así que ya nos reíamos de nuestra gran capacidad de observación para este fin. Si pudiésemos ponerle un título, podríamos considerarnos “someliers de gasolineras” o “gourmets de paradas de camiones”.

Los gourmets de gasolineras, con el Toyotita

Los gourmets de gasolineras, con el Toyotita

Al día siguiente, llegábamos a las grandes ciudades de la Riviera Francesa.
El primer lugar fue Saint Tropez, playa de “sangre azul” si las hay. Sólo nos quedámos un rato, pero alcanzó para ver la mayor cantidad de yates que haya visto anclados frente a una ciudad. ¡Y que yates! Eran básicamente mansiones flotantes totalmente desproporcionados para el objetivo que uno puede esperar de un barco.

Tras disfrutar la bonita playa bordeada de palmeras y un buen baño refrescante en el mar, estábamos listos para seguir camino.

Llegando a Saint Tropez

Llegando a Saint Tropez


Saint-Tropez, Dos mochileros con sangre azul

Saint-Tropez, Dos mochileros con sangre azul


Saint-Tropez

Saint-Tropez

Kilómetro a kilómetro, los paisajes se ponían cada vez más hermosos. Y el mar, de un color “azul y punto”, pero cada vez más intenso.

Saint Maxime, Saint Raphael, Théoule Sur Mer fueron pasando y llegamos al mediodía a la famosa ciudad de Cannes, conocida internacionalmente por su aclamado festival de cine.

Ciudad lujosa, turística y bien arreglada, sólo nos sirvió como sitio de almuerzo y para un vistazo rápido antes de seguir camino.

Cannes, la lujosa ciudad del festival de cine

Cannes, la lujosa ciudad del festival de cine


Cannes desde un mirador en Thoule Sur Mer

Cannes desde un mirador en Thoule Sur Mer

A la noche, ya estaríamos llegando a territorio italiano, habiendo dejado atrás una ciudad que más tarde visitaríamos, y que luego coincidiríamos en darle el título de ganadora en todas estas que fuimos recorriendo en el sur de Francia. Me refiero a la increíble Niza.

De día tiene unas vistas bellísimas y un color de mar azul/verdoso que se lleva todos los premios. Una rambla de más de 5 kilómetros llena de gente patinando, andando en skate y practicando cualquier otro tipo de deportes urbanos, le dan ese tan lindo “ambiente de playa”.

De noche, la ciudad cobra una vida espectacular. Una vibra recorre las calles. La urbe se ilumina de todos los colores y los artistas callejeros que vimos nos sorprendieron con una originalidad bastante inusual en este tipo de personajes.

El fantástico color de mar de Niza

El fantástico color de mar de Niza


El fantástico color de mar de Niza

El fantástico color de mar de Niza


Niza de día

Niza de día


Atardecer en Niza

Atardecer en Niza


Niza de noche

Niza de noche


Niza de noche

Niza de noche

Ya sería tiempo de comenzar a dejar nuestras huellas en Italia, un país al que le teníamos muchas ganas los dos desde hace rato, y del que todo el mundo que va, vuelve con las mejores opiniones.

Pero antes, hubo un lugar de esta costa que visitamos pero no mencioné y al que por el impacto emocional que tenía en mí y por un sueño que cumplí en él, le voy a dedicar el próximo post de manera muy especial.

Como les dije en el anterior, al hacer este blog, también los siento a todos ustedes parte del viaje y por qué no, casi como si estuvieran en el asiento trasero del Toyotita con nosotros. Así que mientras seguimos la travesía, ¡a dejar comentarios!

¡Saludos a todos!

¿Sigues viajando con nosotros?

¿Sigues viajando con nosotros?


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Por  Jaime Rodriguez Bensan
publicado el 30 agosto a las 09:54

Muy Buenas fotos, lindo lugar y que sigan disfrutando de lo Bello que es Viajar!!