Revista Cine

El bígamo (The bigamist; U.S.A., 1953)

Publicado el 02 octubre 2012 por Manuelmarquez

El bígamo (The bigamist; U.S.A., 1953)SINOPSIS ARGUMENTAL.- Harry (Edmund O’Brien) e Eve Grahame (Joan Fontaine) viven en San Francisco y componen un feliz matrimonio que, ante la imposibilidad de tener hijos de manera natural, decide adoptar uno; el proceso de adopción comportará una investigación de la vida pasada de los dos aspirantes a progenitores, en el curso del cual el metódico señor Jordan (Edmund Gwenn) descubrirá un ominoso secreto que atañe a Harry: éste está casado con otra mujer, Phyllis (Ida Lupino) —con la que, además, tiene un niño—  en Los Ángeles. ¿Qué sucedió en la próspera y placentera vida de Harry para llegar a una situación como ésta? ¿Y cómo la solventará?
EN UN PÁRRAFO….- Se podrían contar con los dedos de la mano (y aún sobraría alguno…) las películas que, en los años 50 del pasado siglo, fueron dirigidas por mujeres: ésta es una de ellas. Ida Lupino, actriz británica que hizo carrera en Hollywood, y mujer de fuerte personalidad, abordó como directora este proyecto discreto y sorprendente, una incursión en un tema dramático de calado un punto escabroso, desarrollándolo bajo un esquema narrativo de formas convencionales y tono suave y contenido, evitando, en todo momento, dejarse arrastrar p0r las opciones más melodramáticas y optando por una posición equidistante y alejada de cualquier reconvención moral. No se trata de un gran film, pero su condición de rara avis, en base a los motivos apuntados, lo dotan de un interés que va más allá del de sus estrictas calidades cinematográficas.
EN SU HABER.- 1, lo ajustadísimo de su metraje; con setenta y seis minutos (o sea, catorce menos de la canónica hora y media que se suele tomar como punto de referencia al respecto), la Lupino se basta y se sobra para desarrollar toda la historia, sin que por ello se resienta ni la completud del relato ni la comprensión de las claves básicas para su seguimiento; y 2, el fantástico trabajo de su protagonista masculino, Edmund O’Brien, que se mueve en las coordenadas habituales de sus personajes en otros films (angustia, desorientación, culpa), dotando a su rol ambivalente de víctima-verdugo de una enorme credibilidad y generando una empatía con el público más que notable.
EN SU DEBE.- 1, el trabajo interpretativo de su directora, Ida Lupino, que no acierta a ‘dar con la tecla’ a la hora de desarrollar un personaje sobre el que, ciertamente, se ciernen sombras e ignorancias, pero que, aún así, queda excesivamente desdibujado, de manera que ni complementa ni contraría a su antagonista; quizá otra actriz, con un perfil diferente, hubiera podido imprimir el carácter más adecuado a un rol nada sencillo; 2, lo poco creíble de su resolución argumental, que lleva al paroxismo un planteamiento de ‘neutralidad moral’ que se agradece en lo ético, pero que chirría un tanto a nivel dramático.
UNA SECUENCIA.- Una graciosa excursión en autobús por Beverly Hills, para poder mirar y admirar las mansiones de las estrellas de Hollywood, es el entorno en el que Harry inicia sus balbuceantes escarceos para intentar ligar con Phyllis: la comicidad viene más dada por la torpeza en el intento de nuestro ‘héroe’ que por la gracia de unos gags que no la tienen, pero toda la escena resulta de un naif  y sencillez muy particulares.
CALIFICACIÓN: 6 / 10.-

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