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El ombligo de nada

Publicado el 03 abril 2024 por ArÍstides

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EL OMBLIGO DE NADA

Me considero una persona informada, a la que le gusta abrir la mañana leyendo las noticias. Normalmente comienzo con las más cercanas, con aquellas de la región o de la ciudad en la que habito. Quizás sea porque la proximidad las hace más importantes y dan para charlar con los amigos. Suelen ser noticias de cotilleo y poco transcendentes, que pasan según llegan, pero sirven para conocer cómo les va la vida a quienes te rodean.

Después paso a las de contenido nacional. Estas son más transcencentes. Las cuchilladas y las críticas sobre lo que sucede (de sucesos) en este santo país son a matar. El acuerdo y la mesura en los comentarios es imposible. Todos los contenidos se llevan a la hipérbole y se revisten de una gravedad increíble. En ocasiones, parece que se va a terminar el mundo y que navegamos con mala mar y peor capitan. En fin.

Mi ánimo se tranquiliza cuando leo la prensa extranjera. En ella no existimos, las noticias de esta santa nación no se consideran importantes y se tratan como si fueran un problema de orden doméstico que no precisa de un comentario. Llama la atención ese silencio informativo, cuando internamente nos parece que todo es tan transcendental. La prensa internacional nos manda calmar el nervio y no enredar, porque somos lo que somos; esto es, muy poco. Quizás sea que hay mucho mercachifle y buhonero, que va de matute, trantando de dar la nota sin saber música, que ya manda.

En el mundo clásico, a Delfos (no se qué vieron los griegos a las faldas del Parnaso) se la consideró el ombligo de la civilización porque en ella se encontraba el oráculo que predecía el futuro, ya ves. Más tarde, para Pizarro lo fue Cuzco por dos razones: la primera, por el oro que encotró en ella, lógico; y la segunda, por ser el centro más importante de la civilización Inca, más lógico y mejor.

Y llegados aquí, me surge la pregunta: ¿no será más inteligente pasar desapercibido sin que nadie note tu presencia? Ignoro qué puede tener de bueno ser el ombligo de nada, si con ello vienen sinsabores y navajazos por defender lo que inexorablemente se va a perder. Quizás la virtud esté en la sencillez y en ser como un fantasma del que se nota la presencia pero no se ve. Invoquemos a los espíritus, pero a los buenos. Fin por hoy; y a otra cosa, mariposa.


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