Revista Cine

Estrenamos la última vencedora del Festival de Venecia

Publicado el 02 julio 2012 por Fimin

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La mitad de la crítica se largó, o se quedó dormida, mientras la otra mitad quedaba asombrada con alguno que otro, incluso, bostezando a hurtadillas. En ese momento, nadie se imaginaba que estaba ante el merecidísimo León de Oro de Venecia 2012. Así es, ni el oscuro deseo Cronenberg, ni la magistral sexopatía de Steve McQueen, ni el corrosivo teatro de Polanski, ni los espías a la vieja usanza de Tomas Alfredson, ni las las cumbres borrascosas de Andrea Arnold, ni el nuevo "Canino" de Yorgos Lanthimos. El pasado año, el León de Oro iba a parar al descomunal "Fausto" de Aleksandr Soukurov, joya que, 'para variar', hoy mismo ya podéis disfrutar en filmin.

¿De qué va?

Guiado por su infelicidad perpetua y por sus instintos más simples el Doctor Fausto se mueve por el mundo como un ser anónimo. Es un pensador, un transmisor de ideas embarcado en ambiciosos proyectos científicos dispuesto a avanzar y avanzar sin descanso y sin darse cuenta de que el tiempo se mantiene suspendido. En su caminar se cruza un personaje mefistofélico que, en lugar de presentarse como un poeta y provocador capaz de cambiar su apariencia a su voluntad, muestra un aspecto sibilino, con su cuerpo deformado y su ralo cabello rojizo. Tras conocer a la bella Gretchen en un lavadero, Fausto cae prendado de la hermosura de la joven y decide vender su alma al repulsivo anciano a cambio de su amor. El film recupera asimismo la figura del padre de Fausto, un curandero cuyas peculiares prácticas han causado el fallecimiento de varias personas.

¿Quién está detrás?

Mastro de maestros, Aleksandr Soukurov está considerado el virtual sucesor de Andréi Tarkovski. Sus películas possen una marca distintiva y alta realización estética y entre ellas, la más exitosa tanto crítica como comercialmente ha sido la semi-documental "El arca rusa" (2002), aclamada sobre todo por su hipnótico poderío visual y por ser rodada en un único plano secuencia. Descubierto para el mundo occidental por el Festival de Locarno, la primera retrospectiva íntegra de su obra documental que se realizó en España tuvo lugar en Pamplona, en 1999, en el marco del Certamen de Creación Audiovisual, antecesor del actual Festival Punto de Vista.

¿Quién sale?

El habitual de Michael Haneke, Georg Friedrich ("El séptimo continente," "La Pianista") le acompañan, como no, el propio Fausto e Isolda Dychauk y Hanna Schygulla.

¿Qué es?

Un menage a trois entre Murnau, Gilliam y Cronenberg traducido en la guinda que completa la tetralogía sobre el poder de Aleksandr Soukurov (antes había hecho otras tres obras sobre Hitler, Hirohito y Lenin).

¿Qué ofrece?

Así, a bote pronto, la magistral interpretación de Aleksandr Soukurov sobre la leyenda de "Fausto" que dio pie a un merecidísimo León de Oro. Basada en las versiones literarias de Johann Wolfgang von Goethe y Thomas Mann, el director ucraniano utiliza el relato como mero vehículo para sacar a relucir las extremas miserias humanas mostrándonos los corruptos efectos del poder en un discurso completamente actualizado y trasladable al hoy día. El hambre, la lujuria, o la avaricia, son los pecados capitales con los que ya estábamos familiarizados a través de las muchas interpretaciones trasladadas sobre el histórico mito. No lo estábamos, sin embargo, con el estimulante juego de contrastes que Sokurov nos brinda al regalarnos una obra que resulta tan hermosa  y contundente, como degradante y bizarra. Cuerpos deformados, empapados por una atmósfera densa y húmeda que segrega un contínuo aroma putrefacto pero que, también te hipnotiza mediante un monumental rigor estético en el que un formato 4:3 luce sus mejores galas. Nos la presentaban como un menage a trois entre Murnau, Gilliam y Cronenberg y no podemos hacer más que confirmar esta sugerente comparación. Un repulsivo personaje mefistofélico deudor de Nosferatu, un humor grotesco que coquetea con  el Gilliam más extremo y una decadente fisicidad propia del director canadiense confirman las ilustres referencias que, junto al pilar Sokurov y a su inconfundible carácter filosófico-existencial, dieron pie a otro de los grandes títulos del pasado año. Bendito infierno.


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