Revista Cine

La La Land: una historia de amor

Publicado el 03 febrero 2017 por Diezmartinez
La La Land: una historia de amorVista en Morelia 2016, cuando ya se hablaba de la posibilidad de sería una de las cintas oscareables unos meses después, especialmente por el premio a Mejor Actriz a Emma Stone en Venecia 2016, La la land: una historia de amor (La la land, EU, 2016), ha merecido su estreno (dizque) nacional después de un par de semanas de pre-estreno en la Ciudad de México y otros lugares. Estamos en Los Ángeles, en un freeway, en un horrendo embotellamiento. No importa: aun en esas condiciones, los angelinos quieren vivir, soñar, ser felices, como lo demuestran al empezar a cantar y bailar entre los automóviles, siempre seguidos por la cámara de Linus Sandgren en un ¿hechizo? pero soberbio plano-secuencia ("Another Day of Sun"). Después de este primer número -un auténtico show stopper que, además, ¡es el primero de la película!-, el director Damien Chazelle (temprana obra mayor Whiplash: Música y obsesión/2014) nos presenta la historia del amor del subtítulo en español entre la aspirante a actriz Mia (prodigiosa Emma Stone, ganadora del premio a Mejor Actriz también entre el Sindicato de Actores gringos) y el fracasado jazzista Sebastian (Ryan Gosling). Ella sufre en cada audición en la que fracasa, por más que sus amigas le tratan de elevarle el ánimo invitándola a salir ("Someone in the Crowd"), mientras que él vive por su propio sueño de tener un bar en el que se toque un jazz verdadero, un jazz puro, música de verdad ("City of Stars"). Por supuesto, de acuerdo con los cánones de la comedia romántica, Mia y Sebastian se conocerán, se caerán mal, chocarán en más de una ocasión pero, qué remedio, terminarán enamorándose ("A Lovely Night").Chazelle se ha apoderado no solo de la estructura y los tics del musical clásico -la cinta descansa, básicamente, en dos de las fuentes más venerables del género a los dos lados del Atlántico, Cantando bajo la lluvia (Donen y Kelly, 1952) y Los paraguas de Cheburgo (Demy, 1964)- sino, también, de su vitalidad e inventiva visual y formal. Por un lado, estamos ante una película energética que no deja descansar un momento la vista ni el oído. Cada número está montado con ingenio, gracia y humor. Si bien es cierto que Gosling no es Gene Kelly -brincos diera, pero nadie lo es- y que Miss Stone no es tan buena bailarina como Debbie Reynolds, la verdad es que sí es (¡herejía!) mejor actriz. Si no lo cree, vea el número más sencillo de la película, "Audition (The Fools Who Dream"), con Emma Stone, sola y su alma, cantando, bajo una mancha de luz. Ella nada más, con su voz y su mirada, vuelve a detener la película, sin necesidad de los fuegos artificiales del primer número "Another Day of Sun".Pero si por un lado tenemos esa energía desbordada, por el otro tenemos una corriente melancólica, subterránea pero implacable, que empieza a correr en paralelo a la alegría que se muestra desde el inicio, en un muy complejo tono narrativo que proviene del mejor cine de Jacques Demy.  A estas alturas del juego, es más que probable que ya sepa usted en qué sentido va esta historia de amor que presume, por si fuera poco, una secuencia final que resulta tan devastadora como, paradójicamente, esperanzadora. Los sueños se pueden lograr a veces, claro que sí, pero hay que recordar que todo, incluso los sueños más deseados, tienen un costo. Se llama vida. 

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