Revista Historia

La matanza de Tlatelolco: La gesta de un triste hecho

Por Joaquintoledo

La matanza de Tlatelolco: La gesta de un triste hecho

La matanza de Tlatelolco: La gesta de un triste hecho

En la historia de México existen dos hechos conocidos como la Matanza de Tlatelolco. Uno, perpetrado por los españoles (incluidos sus aliados indios) contra los mexicas, y otro en pleno siglo XX. Como el primero, lo ocurrido en 1968 se desarrolla dentro de un contexto mucho más grande y relevante, mas no como un hecho arbitrario y aislado. En realidad como suele suceder en este tipo de casos, en especial si involucran a la juventud, todo sucedió espontáneamente y con un hecho que poco o nada tenía que ver con lo que sucedería después. El 22 de julio de 1968 un incidente entre dos equipos de futbol americano, uno del Instituto Politécnico nacional y otra de la UNAM, ambas casas de estudio superior mexicanas, acabaría en una gran riña, que requirió la intervención de los policías, quienes intervinieron en territorio estudiantil. Luego entre el 26 al 29 un paro convoca a estudiantes y obreros, pero son reprimidos con gran dureza. El rector de la UNAM reclama ante estos presos políticos en especial los estudiantes, pidiendo siempre la autonomía universitaria que había sido violada en dos ocasiones. Como era de esperarse, este entusiasmo, apoyado por el mismo rector, generó otra marcha de protesta a través de la Av. De los Insurgentes. En ella, los estudiantes esperaban que el pueblo se uniese para exigir reformas civiles totales.

Si el lector no adivinó, los estudiantes mexicanos estaban tomando casi el mismo camino que tomaron los estudiantes franceses en el célebre Mayo del 68. Allí un suceso similar de protesta que se originó en la Universidad de Nanterre y que se pasó a la Universidad de París, en la cual un grupo de estudiantes empezó a exigir la liberación de algunos de sus compañeros presos por atentar contra empresas yanquis, ganó gran aceptación entre el ámbito civil, en especial el obrero, al menos en un inicio. Pronto esto se tornó en una considerable rebelión que amenazó el régimen de De Gaulle, y a la cual se plegaron el citado sector obrero, profesores, civiles varios, trabajadores y demás. Todos exigiendo mayores servicios y garantías civiles. Algo parecido sucedió en México y el día 26 de agosto de 1968, tan sólo unos meses después de lo sucedido en Francia, los mexicanos, estudiantes o no, se reúnen en una multitudinaria marcha en la cual se insulta al presidente Díaz Ordaz señalándole su actitud represora. Luego de dos días de marcha, el presidente decide acabar con todo lanzando tanques contra los alumnos. Esta actitud quizá se debió a la necesidad de acabar con el movimiento antes de que empiecen las Olimpiadas, lo que podría arruinar la reputación del país.
Claro está, el mandatario no tuvo mejor idea que pretender solucionar las cosas rápido y radicalmente, Para ello, decidió intervenir la UNAM, foco de los sublevados, haciendo entrar al Ejército. El IPN (instituto politécnico) tuvo igual destino. Esto sucedió entre el 18 y el 24 de septiembre respectivamente hasta el 1 de octubre. Obviamente, los alumnos ante esto, no se iban a quedar nada tranquilos, y estaba claro que exigirían sus derechos, pues se había violado la autonomía de la ciudad universitaria, se tenía capturado a muchos estudiantes y/o protestantes, además de haberlos tratado como a auténticos delincuentes. Ni bien retirado el Ejército de las instituciones educativas, al día siguiente, los alumnos y autoridades, además de otros tantos civiles organizaron una marcha de protesta, la cual debía tener como núcleo un célebre lugar: la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Aquí era donde se creía existía un gran mercado, uno de los principales del valle de México de la América precolombina. Desde el mayo del 68 es un centro cultural universitario y también un Memorial de 68…y ahora veremos por qué.
El fatídico 2 de octubre
Para la noche del 2 de octubre había cerca de 10 mil personas en la Plaza de las Tres Culturas, protestando contra las acciones del gobierno pero siempre pacíficamente. Los periodistas de las épocas coinciden en que a pesar de las declaraciones de los alumnos en privado, públicamente las protestas decían querer una revolución y no Olimpiadas.
El gobierno por supuesto no tuvo mejor idea que enviar para “vigilar” cualquier movimiento de este grupo, unos 5 mil soldados y 200 tanques, así como otros vehículos militares, rodeando la plaza. Ahora bien, acerca de quién dio el primer disparo, es algo que permanecerá en la historia siempre. Algunas fuentes de la historiografía mexicana, nos hablan acerca de cómo un grupo paramilitar, aparentemente en acuerdo con los militares, llamado Batallón Olimpia (quiénes, para variar, estaban vestidos de civiles), dieron el primer disparo. Sea cierto o no, el hecho es que así los militares justificaron su intervención. Los militares, fingiendo o no, sólo vieron a los estudiantes como agresores. Por si fuera poco en medio de la gran lucha desigual, pues los militares abrieron fuego a quemarropa, el Batallón Olímpico, llamado así sarcásticamente, salió de sus puestos y comenzó a capturar alumnos y civiles.
En seguida, cuando a un par de minutos de iniciadas las hostilidades ya existían muchas víctimas en los suelos, los sobrevivientes se detenían como podían y tuvieron que huir hacia los departamentos de algunos edificios cercanos. Los militares irrumpieron en ellos, siendo esto un delito por tratarse de un inmueble, y fueron capturando habitación por habitación cada uno de los supuestos agresores. Al final se registraron entre 20 a 28 muertos, según distintas fuentes, cientos de heridos y cientos de prisioneros. Aunque claro está las cifras exactas no se saben. Aparentemente muchos cuerpos fueron desaparecidos misteriosamente… Las cifras dadas más arriba son las aproximadas del gobierno mexicano, el cual inmediatamente sólo se limitó a señalar que el fuego de los militares había sido provocado por los civiles armados, por tanto, las fuerzas del orden sólo se dedicaron a reprimir a los atacantes.
La verdad emergió con el tiempo. Estaba claro y era  obvio que en su momento el gobierno mexicano controlaba a los medios y obviamente lo que saliera a la luz no podía ser calificado como verídico. Sea como sea, las investigaciones se fueron develando muchos años después. En 1998 la iniciativa partió del gobierno mexicano, cuando el presidente Ernesto Zedillo recordó el 2 de octubre su trigésimo aniversario, solicitando una investigación, empero no tuvo eco. Como el gobierno estaba enraizado en un solo partido, esto fue difícil. En el 2001 se llegó a saber a través de unos documentos, que los francotiradores habían sido contratados por el gobierno. En el 2002 un informe también reveló, que gran parte de la oposición porque se sepa la verdad, había provenido del ministerio del interior y del mismo Ejército. Estas investigaciones fueron llevadas a cabo por la presencia de Vicente Fox en el gobierno. Elena Poniatowska fue una de las fuentes de las cuales se ratificó la información brindada, una escritora y periodista nacida en Francia y de nacionalidad mexicana, la cual afirmó haber entrevistado a una madre que había rebuscado entre los cadáveres de los caídos a su hijo, contando en total 65…
Sea como sea, fue una masacre. El presidente que sucedió a la matanza fue Luis Echevarría (en esos momentos secretario de gobernación), también el primero en ser llamado a declarar por el genocidio, pero no hubo pruebas fehacientes. Lo que las investigaciones sí rebelaron fueron los nexos entre la CIA y el gobierno mexicano. Al parecer los primeros entregaron armas a los mexicanos con el fin de reprimir cualquier tipo de levantamiento de inclinación “socialista”, más aún, cuando las Olimpiadas se acercaban, lo que olía a boicot. En los años sucesivos se colocó una estatua para los caídos en aquel lugar. Actualmente como mencionamos la Plaza de las Tres culturas pertenece a la UNAM como recuerdo de la matanza allí perpetrada de estos inocentes, cuya gesta no será olvidada jamás. Como anécdota, recordamos que iniciados los Juegos Olímpicos de 1968 en México, un grupo de presentes le lanzó una paloma negra sobre el palco presidencial en señal de los caídos el 2 de octubre.


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