Revista Arte

La pintura modernista

Por Peterpank @castguer
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Puesto porJCP on Sep 22, 2012 in Arte

La pintura modernista

Personas cultas y sensibles, desconcertadas por la continua organización de exposiciones de pintura modernista, cuyo valor estético o artístico les parece imposible de alcanzar, me han sugerido que emprenda la arriesgada tarea de entrar en ese mundo esotérico y mercantilizado, para salir de él con el botín de algún criterio objetivo que les permita distinguir, en tanto que profanos inteligentes y abiertos a las novedades, lo que hay de arte, de fracaso o de fraude entre tantas obras que les parecen igualmente insignificantes, pese a sus a veces colosales tamaños, por carecer de significado inteligible y no ser apropiadas para decorar ambientes de refinamiento cultural.

Las ideas básicas que sostienen mis reflexiones sobre el arte y la causa de mi negación de valor estético a la mayor parte de la obra plástica producida en el siglo XX, las puedo resumir así:

1. «La belleza no consiste en la emotiva expresión de una pasión triunfante, sino en la de una pasión domada, vencida, mitigada o disimulada mediante reglas del oficio».

2. «Los intentos de representar materias sin forma o formas sin materia responden a ideas intelectuales, propias de la ciencia y la filosofía, que no son expresables con imágenes, pues la presencia de la razón en el arte no fundamenta por sí sola la razón del arte».

La inobservancia de alguna de estas dos normas objetivas ha conducido a la arbitrariedad estética, al artificio del gusto, a la frustración del arte de la belleza y al fraude mercantil. En la noche del arte todas las obras parecen pardas. Y el espectador no sabe por qué motivo unas son llamadas geniales y otras, aparentemente iguales, condenadas al silencio del anonimato.

Trataré de poner cierto orden en el caos estético que alinea las frustraciones artísticas de Mark Rothko o de Kooning y los fraudes de Andy Warhol, por ejemplo, junto a las excelencias pictóricas de Jakson Pollock o Francis Bacon. A este fin, ilustraré mi visión del arte modernista con una serie de comentarios sobre famosas obras maestras que, después de los impresionistas y Van Gogh, dieron carácter a la pintura de la modernidad con un tratamiento inconformista de la relación entre materia y forma.

Este método me permitirá reducir luego el casi centenar de pretensiones de escuelas o estilos modernos (aparte de las variantes del realismo figurativo y de la experimentación con nuevos soportes y materiales) a sólo seis matrices fundadoras: la simbólica, la primitiva, la formalista o geométrica, la deformista o grotesca, la informal o abstracta y la amorfa o materialista.

Esta clasificación, exclusivamente basada en criterios pictóricos, es ajena por completo a las intenciones subjetivas de los artistas y a las especulaciones literarias de la crítica profesional y los grandes marchantes. Excluyo como categoría al expresionismo alemán porque no es un fenómeno moderno, porque toda imagen, incluso la amorfa, expresa algo definitorio de la obra y, sobre todo, porque lo más expresionista en lo humano son las expresiones de los retrasados mentales, los locos o los borrachos. Y a nadie se le ocurriría llamar estilo a la continua expresión pictórica de esos visajes enfermizos del rostro.

La única herramienta de que dispongo para aventar la paja y ver el grano del arte en la producción industrial de la pintura modernista, es la que me prestan las innovaciones estéticas de las obras maestras del siglo XX, especialmente las que tuvieron lugar antes de la primera guerra mundial y las traídas a Europa, acabada la segunda, por algunos maravillosos pintores americanos. El conocimiento analítico de la estética de esas obras permitirá descubrir, con cierta facilidad, los fracasos y los fraudes de las imitaciones de estilo modernista que están llenando hoy las galerías y los museos de arte moderno.

AGT



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