Revista Cultura y Ocio

La Torre Eiffel; un monumento literario

Publicado el 31 marzo 2014 por Vivelibro @infoviveLibro

La Torre Eiffel; un monumento literario

La Torre Eiffel cumple este año 125 primaveras. Inicialmente nombrada torre de 330 metros (tour de 330 mètres), es una estructura de hierro pudelado diseñada por Maurice Koechlin y Émile Nouguier y construida por el ingeniero francés Gustave Eiffel y sus colaboradores para la Exposición universal de 1889 en París.

Situada en el extremo del Campo de Marte a la orilla del río Sena, este monumento parisino, símbolo de Francia y su capital, es la estructura más alta de la ciudad y el monumento que cobra entrada más visitado del mundo, con 7,1 millones de turistas cada año.


Con una altura de 300 metros, prolongada más tarde con una antena a 325 metros, la Torre Eiffel fue la estructura más elevada del mundo durante 41 años, hasta la construcción en 1930 del Edificio Chrysler, en Nueva York.

El 1 de mayo de 1886, el Ministro de Comercio e Industria, Édouard Lockroy, entusiasta partidario del proyecto, firmó un decreto que declaraba abierto "un apoyo para la Exposición Universal de 1889". Gustave Eiffel ganó este apoyo económico y un convenio el 8 de enero de 1887 que fijo las modalidades de construcción del edificio.

Construida en dos años, dos meses y cinco días (de 1887 a 1889) por 250 obreros, se inaugura oficialmente el 31 de marzo de 1889. Sufriendo una corrosión muy frecuente, la Torre Eiffel no conocerá verdaderamente un éxito masivo y constante hasta los años sesenta, con el desarrollo del turismo internacional. Ahora acoge a más de seis millones de visitantes cada año.

En su momento generó cierta controversia entre los artistas de la época, que la veían como un monstruo de hierro. Inicialmente utilizada para pruebas del ejército con antenas de comunicación, hoy sirve, además de atractivo turístico y como emisora de programas radiofónicos y televisivos.

Construida en el 7º distrito de París, actualmente es administrada por la Sociedad para la administración de la torre Eiffel (Société d'exploitation de la tour Eiffel, SETE). El lugar, que emplea a 500 personas (250 empleados directos del SETE y 250 de los distintos concesionarios instalados sobre el monumento), está abierto todos los días del año.


LA TOUR EIFFEL EN LA ACTUALIDAD
Hoy por hoy continúa siendo el símbolo de la "grandeur" de la ciencia y de la ingeniería francesa. Francia está en un bache económico y espiritual tras la derrota de la guerra de 1870 contra Alemania. El Gobierno trata de unir el país bajo el paraguas del patriotismo.

Las medidas de la "dama de hierro" son revolucionarias para la época. Tiene una altura de 312 metros (hoy llega a 324 si se incluyen las antenas) y pesa más de 10.100 toneladas. Pero para llegar hasta allí Eiffel ha pasado un verdadero calvario. El autor de Bel-Ami, Guy de Maupassant, habla de "una pirámide de escalones de hierro, un esqueleto desgraciado". Junto a su amigo Alexandre Dumas y otros muchos intelectuales y artistas de la época firman un manifiesto contra la torre "monstruosa" que provocará un "ridículo vertiginoso".


PARA LA CIENCIA
Construida para la Exposición Universal de 1889 que se abriría semanas después, el 6 de mayo, estaba condenada a su desmantelamiento, como el resto de los edificios. Pero el ingeniero Eiffel se bate por ella y consigue poner una estación meteorológica en el tercer piso. La torre ya tiene su justificación de ser para la ciencia.

Eiffel había pensado desde el principio en que fuera una estación de telegrafía. Los militares comprobaron su importancia estratégica durante las dos guerras mundiales. Cuando se inventó la televisión, se colocó allí la primera antena.

Durante la ocupación de Francia por los Nazis, Hitler tuvo también la idea de desmontarla y utilizar su hierro para la industria de armamento. Cuando en el verano de 1944, los nazis ponen pies en polvorosa ante la entrada del ejército americano, Hitler exige a sus generales que vuelen todas las insignias arquitectónicas de la ciudad y los puentes del Sena. También la torre Eiffel. Pero el general alemán Dietrich von Choltitz desobedece las órdenes de Berlín. Una película de Schlöndorff sobre estas jornadas dramáticas de París (Diplomacia) está en estos momentos en cartelera en Francia.

Desde 1964 está inscrita en el patrimonio mundial de la Unesco. Si durante la Exposición Universal fue contemplada por dos millones de curiosos, un siglo y cuarto después ha superado los 250 millones de visitantes.

Aunque pertenece a la ciudad de París, su gestión es privada y requiere un constante mantenimiento. Necesita una mano de pintura cada siete años, para lo que se requieren 60 toneladas de laca. No fue siempre marrón. Al principio era roja, en los sesenta ocre amarilla. Desde el 2000 la gran señora se adorna con 20.000 bombillas, que se iluminan y tiemblan cada hora en punto durante 10 minutos. Para las grandes ocasiones se viste en color. Lució, por ejemplo, en rojo cuando se celebró el nuevo año chino.

Con sus 1.665 escalones hasta la punta, la dama es a menudo objeto de competiciones deportivas no siempre afortunadas. En 1912 el primer paracaidista que intentó tirarse se estrelló delante de los fotógrafos. Pero en los sesenta un neozelandés tuvo más suerte. Todo esto está ahora prohibido y montones de gendarmes cuidan, sobre todo, de que en el menor despiste no se cuelen escaladores.

Este lunes no habrá grandes celebraciones pues el "monstruoso esqueleto" está en plena cura de rejuvenecimiento. Las tres construcciones a sus pies donde estaban las taquillas van a ser remplazadas por unas salas de acogida que merezcan este nombre para que los miles de visitantes cada día no tengan que esperar a los ascensores bajo la lluvia. El primer piso a 57 metros también está en renovación para instalar un nuevo restaurante.


EN LA LITERATURA
En literatura, la Torre Eiffel ha sido abordada más de una vez por los escritores. Y sea como tema central de un libro o como un simple decoración, ha salpicado la creación literaria desde el siglo XIX hasta nuestros días. Pero debido a que el efecto de novedad y moda del munumento se disipa, el monumento aparece cada vez menos frecuentemente en la literatura contemporánea de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. También cabe destacar que los autores que se han ocupado de la construcción en su mayoría franceses, o por lo menos, francófonos.

En el momento de su construcción y la pronta puesta en funcionamiento, el monumento fue objeto de análisis críticos personales, la mayoría de las veces publicados en periódicos de la época y muchas de las veces tales críticas eran negativas. Los temas tratados por los artistas eran, la mayoría de las veces, enfocados al desafío técnico, industrial y comercial que la torre representaba en esa época. Además criticaban su influencia sobre Francia en el extranjero, el aspecto estético (o inestético) de la torre y el interés científico potencial que poseía (o su inutilidad).

Posteriormente, ante el éxito popular se ganó entre el público, muchos escritores revocaron sus consideraciones y desaparecieron sus críticas anteriores. Sin duda es Roland Barthes quien mejor describe este sentimiento de atracción/repulsión de los artistas frente a la Torre Eiffel:

"Mirada, objeto, símbolo, la torre es todo lo que el hombre pone en ella y que todo es infinito. Espectáculo mirando y mirando, edificio inútil e irreemplazable, mundo familiar y símbolo heroico, testigo de un siglo y monumento siempre nuevo, objeto inimitable y sin cesar reproducido, es el signo puro, abierto a cada tiempo, a todas las imágenes y a todos los sentidos, la metáfora sin freno; a través de la torre, los hombres llevan esta gran función de la imaginación, que es su libertad, ya que ninguna historia, por muy sombría que sea, jamás pudo quitársela". Roland Barthes, La Tour Eiffel, Editorial Delpire, 1964.

Primera página de La vie errante de Guy de Maupassant, escrita en 1890. El escritor se muestra crítico hacia la torre Eiffel. Desde las primeras líneas, se puede leer: "dejé París y hasta Francia, porque la torre Eiffel acababa por aburrirme demasiado [...]".

En las novelas, se ha abordado de diversas formas: Léon-Paul Fargue revalora el análisis crítico de sus iguales durante los inicios de la torre (El peatón de París, 1932-1939), junto con Pierre Mac Orlan, al tiempo que recuerda que en un principio, para los artistas "vituperear contra la torre [...] era una patente de sensibilidad literaria y artística". Otros autores destacan el interés científico y militar que posteriormente fue reconocido a la torre (La Tour, Javel et les Bélandres, Villes, en Œuvres complètes).

Finalmente, otros como Pascal Lainé se concentran en la historia del diseño, la construcción y los años iniciales de funcionamiento de la torre a través de una narración romántica (El Misterio de la Torre Eiffel, 2005). En este mismo tema, Dino Buzzati, en su obra "Le K.", realiza una puesta en escena ficticia de obreros que han trabajado en la construcción de la torre durante 1887 y 1889. Sin embargo, Buzatti procede de distinta forma a Lainé, su texto es una noticia, no una novela, y el tono utilizado es fantástico y no realista como Pascal Lainé.

En poesía, Guillaume Apollinaire la hizo un caligrama nacionalista (Calligrammes, 1918) y un texto que René Étiemble considera, en Ensayos de literatura (verdaderamente) general, como un ejemplo de haïku occidental ("Pastora ô torre Eiffel / El rebaño de los puentes/Bala esta mañana"). En julio de 1888, François Coppée, ataca a la torre, a la que se refiere como "mástil de hierro difícil de abordar/Inconclusa, confusa, deforme", además de "símbolo de fuerza innecesaria", de "monstruosa y pérdida de trabajo" o incluso "mástil ridículo" (Sobre la Torre Eiffel, la segunda meseta, Poemas).

En mayo de 1889, mediante poesía interpuesta, Raoul Bonnery le responde: "Pusiste la flor de tu ciencia/Al llamarme "Monstruo horroroso"/un poco más reconocimiento/Te hubiera convecido un poco más"., o todavía "Cual sangre en tus venas circula/Para exclamar con desprecio,/Que soy un mástil ridículo/Sobre el buque de París./¿ Un mástil? Acepto el epíteto,/Pero un mástil orgulloso y audaz,/ Que sabrá, llevando altura la cabeza,/ Hablar de progreso hasta los cielos." (La Torre Eiffel a François Coppée, el día de los 300 metros, en Le Franc journal).

A diferencia de los ejemplos anteriores, Vicente Huidobro, Blaise Cendrars y Louis Aragon rinden homenaje (respectivamente en sus obras Norte-Sur, Nº 6-7, de 1917; La torre en 1910 en Diecinueve poemas elásticos, de 1913; y La torre habla en La Torre Eiffel de Robert Delaunay). Pierre Bourgeade, en una noticia titulada La Suicida, relata, vía el testimonio de un guardián, el suicidio de una desconocida que ha saltado del 3er piso de la torre (en Los Inmortales, Gallimard, 1966).

En el teatro, la torre fue objeto en las piezas Una visita a la exposición de 1889, comedia ligera en 3 actos y 10 cuadros (Henri Rousseau) y Los Novios de la torre Eiffel (Jean Cocteau, 1921). El monumento del Campo de Marte también ha sido tratado bajo formas particulares: como periódico (Jules de Goncourt y Edmond de Goncourt, Journal, tomo VIII, 6 de mayo y 2 de julio de 1889); como cuento de viaje (Guy de Maupassant, La vie errante, 1890), donde el escritor expresa su asco por la torre Eiffel; o como estudio semiológico (Roland Barthes, La Torre Eiffel, 1964); pero también ha sido abordada como prefacio de libros, en un discurso en alguna conferencia, en un artículo de revista, etc.

  • MAS INFORMACIÓN EN: http://www.tour-eiffel.fr/es.html‎
  • HISTORIA DE LA TORRE: http://torreeiffel.free.fr/historiatorreeiffel.html
  • COMPRA DE TICKETS: http://www.tour-eiffel.fr/es/preparar-su-visita/comprar-entradas.html‎
  • EL RESTAURANTE DE LA TORRE EIFFEL: http://www.lejulesverne-paris.com
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