Revista Cocina

Los clientes

Por Lagastroredactora @lauraelenavivas

Historias de una camarera

Os cuento algo: Por diferentes razones, llevo a mis espaldas aproximadamente 10 años trabajando en hostelería, y a mí de verdad me gusta que los clientes que atiendo se sientan bien. No se si esto proviene de mis viejas inseguridades por complacer a todo el mundo o es simple voyeurismo hostelero, pero realmente me gusta que la gente esté contenta, y cuando se quejan por algo o no los veo contentos con la comida me mortifico sinceramente… Pero hay veces, hay veces que me toca tratar con clientes que sinceramente provoca mandarlos a (completad con lo que queráis la frase).

Y no me refiero a los que enjuician con calificaciones subjetivas como “esta carne está mala”, en tono absoluto y sin miramientos mientras te devuelven el plato. El mismo plato que otras tres mesas se han pedido y que tienen la misma pieza de carne sobre la que me han dicho que está muy buena. En situaciones como esas, en mi cabeza les digo “tu paladar está fumao” pero en la vida real les contesto con un no se preocupen, es mejor que no se lo coman si están pensando eso porque les caerá mal, y les ofrezco la carta de nuevo para que escojan otra cosa. Así ellos quedan más contentos y yo más tranquila.

Me refiero a esos clientes a los que les preguntas ¿han cenado bien? y me contestan todo muy bueno, y luego ponen a parir al restaurante en cuestión en Tripadvisor o en alguno de estos portales de opiniones…Ya se que da corte a veces decir cosas desagradables (aunque hay gente que ya lo hace por costumbre), pero si te lo estoy preguntando de forma directa ¿por qué no me das tu opinión sincera?

Me refiero a esos clientes que al marcharse me queda la sensación de que todo ha ido excelente con ellos por sus caras de agrado y los buenos comentarios que te han dado, y cuando voy a recoger la mesa la bandeja esta vacía… Esperad, antes de que me linchéis,  ya se que la propina no es obligatoria, pero ¿qué te cuesta dejar aunque sea 50 céntimos si has cenado bien y te has sentido a gusto? porque lo otro a mí me suena a “lo que te dije es mentira, no me gustó nada y por eso no les dejo propina”.

Hablo de aquellos que es la 1.30 de la mañana y solo está esa mesa de dos chicas contándose sus vidas (no es sexismo, las mujeres tendemos a hablar mucho más), que desde las 12 de la noche terminaron la infusión/café y no han pedido nada más, y ya les hemos apagado la música, no se ve nadie por la calle, sueña el chunchun de la impresora de la caja porque ya la estamos cerrando, el personal estamos todos sentados bebiéndonos un vaso de agua con cara de circunstancia… Y no se dan por aludidas. Todo esto un lunes o un martes por la noche, no creáis que hablo de un viernes. ¿Por qué tienen que esperar a que ya uno harto les diga, amablemente, oigan señoritas que cerramos, y encima tarden media hora más?

Hablo de esos clientes que van en grupo reservando a través de uno de estos portales que ofrecen descuentos como Eltenedor o Réstalo y al llegar la cuenta (con el descuento aplicado de 40 o 50% en los platos) te dicen que si les vas a invitar a una copa porque ellos han consumido bastante… ¿También quieren que el restaurante les pague por venir a cenar?

Aunque bueno, aquí ya entro en un tema sensible y que me conozco al dedillo porque  ya he trabajado en varios restaurantes que usan estos portales para atraer a más clientela. Veamos, primero aclaro que yo también los uso para ir a comer y que me salga la cuenta un poco más barata. Yo, a esta forma de emplear estos portales la califico como “normal”, porque oye, ya que tienes esa opción, por qué no usarla para ahorrarte unos euros… Pero es que  está otro tipo de usuario, ese que quiere que le salga el ticket medio lo más cerca posible a 10 euros por persona poniéndose hasta arriba de comida y bebida. Son esos que te piden una jarra de agua y no se te ocurra ofrecerle bebida de pago, y te preguntan si el café también tiene descuento; son los que sacan la calculadora para saber si le aplicaste el porcentaje exacto y se ponen entre todos a mirar el aparatito y a echar números; son los que una vez llegados al restaurante no quieren pedir platos de carta porque vieron que el local tiene menú a 9, 10 u 11 euros, y por supuesto quieren que se les aplique el descuento en el precio del menú; son los que montan un pollo porque al ver la carta observaron que el restaurante en cuestión aplica un descuento en el portal para atraer clientela por esa vía, pero también ofrece un menú a los clientes que vienen espontáneamente, y que sale más o menos al mismo precio que con el descuento de la página web, y piden hoja de reclamación porque eso es “una trampa y un timo”  (esto es real, ocurrió, como todos los demás).

¡Ah! Y siempre está el que entra, ni saluda, se dirige directamente al baño, sale con las mismas, y resulta que te ha dejado un paquetito  para que lo limpies tú…

Y ni da las gracias.

Reflexionando sobre el tema, yo creo que todo esto viene por esa manía que tenemos las personas de no ponernos en el lugar de los demás. Lo digo por mi propia experiencia, desde que trabajo en esto me he vuelto mucho más considerada con los empleados cuando voy a sitios como clienta, aparte de que entiendo que el restaurante y su personal vive de lo que el cliente consume. Siempre dejo propina, a menos que me hayan tratado fatal, claro; trato de ser amable y mirar al camarero a la hora de pedir, porque somos humanos y nos gusta que nos traten como tal y no como máquinas de servir; y si veo que ya están cerrando no espero a que me lo digan, me levanto y me voy. Pero todas estas cosas las considero desde que estoy en el área, antes ni siquiera las pensaba. Como tampoco me había planteado por ejemplo, lo fastidioso que debe ser para un celiaco ir a un restaurante con sus amigos y no poder comer casi nada. Hasta que no atendí al primero no lo consideré.

Creo que hace falta un poco de empatía en las relaciones sociales en general, y este principio se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida, porque en lo que refiere a hostelería, también está la otra cara de la moneda, esas situaciones por las que provoca “mandar a” a algunos restaurantes a los que vamos. Me ha pasado como clienta, me ha pasado como camarera siendo yo la que mete la pata hasta el fondo, y me ha pasado como empleada de restaurantes. Os puedo jurar que he trabajado en alguno cuyo lema no escrito era algo así como “el cliente es el imbécil al hay que sacarle el dinero”, pero eso os lo cuento otro día…

 Termino con esta foto de la comunidad de Facebook Frases célebres de clientes de hostelería, hay imágenes muy graciosas…

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