Revista Cine

“Los colores de la montaña”: El mural del miedo y de la violencia

Publicado el 13 junio 2011 por La Mirada De Ulises

[7/10] La cámara de Carlos César Arbeláez se acerca a la Colombia de la guerrilla a través de la inocente mirada de un niño, Manuel, que descubre que “los caminos de la vida son difíciles y no como los había imaginado”, como dice la canción con que se cierra “Los colores de la montaña”. Es la historia de un mural humano dibujado en tonos negros, a pesar de los esfuerzos del director por alcanzar la paz para esas personas de buen corazón. En la escuela rural, su valiente maestra trata de enseñar a Manuel, a Julián, a Poca Luz y al resto de niños a pintar con colores verdes y amarillos una sociedad luminosa… pero desde el bosque llegan disparos de muerte y amenazas de miedo, minas que les impiden jugar o soñar con la felicidad y que les obligan a abandonar su tierra.

“Los colores de la montaña”: El mural del miedo y de la violencia

El panorama que se nos ofrece es duro y desolador por reflejar una situación de violencia y desesperanza extrema, y por hacerlo desde la posición de gente sencilla y humilde que trata evitar la complicidad con las armas. Sin embargo, a pesar del tono realista y documental de la cinta, Arbeláez evita los excesos dramáticos y sentimentales (aunque hay escenas entrañables como la del cumpleaños) que hubieran conmovido artificiosamente al espectador, no se deja llevar por las falsas esperanzas que debilitarían su clara voluntad denunciatoria, y tampoco da su voz ni presta su imagen a los guerrilleros. Poca presencia tienen las fuerzas paramilitares y siempre sin rostro, aunque dejan su huella de sangre y el silencio en unos habitantes temerosos. Pero basta el miedo a que una nueva mina explote o un plano de la pintada en el muro de la escuela para dejarles retratados en toda su crueldad.

“Los colores de la montaña”: El mural del miedo y de la violencia

La inocencia lleva a los niños a preocuparse por ese balón perdido o a reírse al ver cómo la lista de sus compañeros de clase va menguando. La maestra quiere darles unos valores y lo plasma en un mural lleno de color y vida, para después llorar amargamente en un final anunciado por esos cielos cargados y esos disparos que se escuchan en plena noche. No hay estridencias ni afectación en las interpretaciones, con apenas dos o tres actores profesionales… y donde los niños aportan toda la frescura y autenticidad que la historia requiere. Lo importante de “Los colores de la montaña” es la verdad contada y la manera pacífica, sencilla, serena de hacerlo… a partir de los poco medios de que dispone. Buena planificación y uso del fuera de campo –para los asesinatos, excepción hecha de la marrana–, unas veces a partir de picados que dan dramatismo, otras de travellings de acompañamiento para no dejar solos a sus indefensos personajes, y otras con panorámicas que muestran la bondad de unos paisajes naturales (y humanos) que se están llenando de odio.

“Los colores de la montaña”: El mural del miedo y de la violencia

Sin pretensiones comerciales ni maquillajes que falsifiquen la realidad, con el buen uso del sonido directo que recoge la naturaleza en toda su belleza y también la zozobra de sus pobladores, con el respeto hacia una jerga local que es necesaria para capturar la vida del lugar, Arbeláez consigue una película minoritaria pero muy interesante y necesaria, con sentido humanista y una mirada no fatalista y sí esperanzada que pasa por la escuela. Por eso, si el director le regala al pequeño Manuel un balón y unas pinturas en la película, al espectador le da hora y media de un fresco de colores verdaderos y luminosos –aunque “los caminos de la vida sean difíciles”– y le ayuda a intentar recuperar el balón de la paz y a no jugar con las minas.

Calificación: 7/10

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En las imágenes: Fotogramas de “Los colores de la montaña”, película distribuida en España por Barton Films © 2010 El Bus Producciones. Todos los derechos reservados.

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Publicado el 13 Junio, 2011 | Categoría: 7/10, Año 2011, Críticas, Drama, Panamá

Etiquetas:Carlos César Arbeláez, crítica, educación, guerra, Los colores de la montaña


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