Revista Política

No profanar el sueño eterno: la historia del papa formoso

Publicado el 18 marzo 2013 por Pepecahiers
NO PROFANAR EL SUEÑO ETERNO: LA HISTORIA DEL PAPA FORMOSOEn las últimas horas de Cristo, una vez arrestado, fueron pocas las ocasiones en que articuló palabra alguna, así que cuando dijo aquello de "Mi reino no es de este mundo" ante Poncio Pilatos, quedó grabado en la memoria colectiva para siempre. Memoria colectiva que debió extirpar la iglesia,  pues no ha existido un estamento que se haya arraigado más en en este mundo, formando parte ya activa de las intrigas de palacio y de las conspiraciones políticas.
En estos días de quinielas papales y humos de chimeneas, me viene a la memoria la peculiar historia de un Papa, cuyos avatares no le abandonaron ni después de su muerte. Se trata del Papa número 111 de la iglesia católica e impartió su mandado desde el año 891 al 896. Como  cualquier otro miembro del poder religioso, no se pudo resistir a las intrigas políticas de su época, lo que a la postre le traería muchas complicaciones, como no podía ser de otra forma, en un mundo que obliga a lealtades envenenadas de enemigos colaterales o sencillamente directos, sin paliativos. Venganza y esperpento se unieron a la suerte del Papa Formoso que pondría en solfa cualquier sentido equitativo de la lógica y en último caso de la justicia más elocuente.  NO PROFANAR EL SUEÑO ETERNO: LA HISTORIA DEL PAPA FORMOSOAntes de ostentar el cargo de cabeza visible de la iglesia, fue obispo de la diócesis suburbicaria de Porto, demostrando buenas dosis de diplomacia que le llevaron a Bulgaria en donde consiguió nada más y nada menos que la conversión de su rey al catolicismo. Un éxito que como siempre viene acompañado de no pocas envidias. En el año 877 apoyó la coronación de Arnulfo como rey de Italia en claro enfrentamiento al por entonces Papa Juan VIII, quien apoyaba a Carlos II, provocando su expulsión de su diócesis e incluso la propia excomunión, que por cierto levantó otro Papa, Marino I, en el año 883. Tan sólo siete años después fue elegido Papa en medio de una vorágine de luchas de poder en las que Formoso seguía apoyando a Arnulfo frente a Lamberto de Spoleto que lo hizo prisionero en Castel Sant´Angelo. Formoso moriría en abril del 896, probablemente envenenado. El emperador Arnulfo decidió abandonar Roma para luchar contra sus enemigos del sur, cayendo enfermo, lo que aprovechó Lamberto de Spoleto para entrar a Roma, con el apoyo incondicional del nuevo Papa, Esteban VI. Aquí la historia se torna ciertamente siniestra con la aparición de la madre de Lamberto, Angeltrudis, que forma parte ya de la tradición de progenitoras ambiciosas, matriarcales bajo la sombra del poder, que siempre conspiran para que sus vástagos alcancen el poder. Se podrían escribir muchas páginas sobre esas madres históricas que utilizaron mil y una artimaña para que sus hijos ejercieran sus más elevadas aspiraciones. Esteban VI se mostró excesivamente atento ante Angeltrudis, hasta el punto de participar en una venganza macabra, en la que la madre de Lamberto pretendía juzgar a Formoso por no haber apoyado a su hijo. El hecho de que estuviera ya muerto y enterrado no fue óbice para impedir semejante y descabellado proceso judicial.
NO PROFANAR EL SUEÑO ETERNO: LA HISTORIA DEL PAPA FORMOSODe tal manera que a principios de 897 se inició un concilio llamado "Cadavérico" en el que se hizo comparecer a los restos de Formoso, aún con sus hábitos pontificales. Un clérigo se hizo cargo de la defensa de un acusado que poco podía decir en semejantes circunstancias. Algunas fuentes indican que el tal clérigo se situó detrás del cadáver de Formoso, ejerciendo como una especie de ventrílocuo y contestando a las preguntas de la acusación. Acusación, por cierto, que declaró culpable al infortunado Papa por el simple delito de haber abandonado la diócesis de Porto para ocupar el puesto de San Pedro en Roma. Su condena se hizo práctica despojando al cadáver de sus vestiduras, arrancándole los tres dedos con los que impartía las bendiciones e invalidando su elección como Papa, así mismo como todos sus actos ejercidos como tal. Cuentan que los restos de Formoso sufrieron todo tipo de profanaciones, siendo depositados, según algunos, en un lugar secreto y, según otros, en un cementerio profano. Pero aquí no acabarían las andanzas de tan insigne cadáver. Teodoro II, cuyo pontificado duró apenas 20 días, convocó un sínodo romano que anuló la sentencia y Formoso fue perdonado y sepultado con todos los honores en la Basílica de San Pedro. No obstante, la incansable familia de los Spoleto seguían ejerciendo su particular saña contra el Papa que les había perjudicado y promovieron  a un futuro pontífice, Sergio III, al que poder manejar convenientemente. Y así sucedió, el esperpento cobró de nuevo un inusitado protagonismo, en forma de odio hacía una figura histórica como la que nos ocupa y Sergio III convoca un un nuevo juicio contra el maltrecho cadáver, en donde se le vuelve a encontrar culpable, siendo sus restos arrojados al río Tïber. Cuenta la leyenda que el obstinado Formoso se niega a desaparecer en tan ignominiosas circunstancias y queda atrapado en las redes de un pescador, que oculta los restos hasta la muerte de Sergio III, consiguiendo descansar por fin en la Basílica de San Pedro. Como curiosidad, en 1464 se desaconsejó al cardenal Pietro Barbo, cuando fue escogido como Papa, que eligiera llevar el nombre de Formoso II, no fuera que aquella denominación encerrara en sí misma una maldición de consecuencias impredecibles. Pero, lo cierto es que, esta página de la historia del odio de una familia hacia un hombre, en este caso de la relevancia de un Papa, resulta fascinante y de como, a pesar de las vicisitudes, un cadáver se resistió a la infamia como nunca lo había hecho otro. Será cierto eso que dicen de que la muerte no es el final...

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas