Revista Educación

¿Se puede coleccionar la belleza?

Por Siempreenmedio @Siempreblog
¿Se puede coleccionar la belleza?

Recordaba una historia vieja sobre un coleccionista de mariposas que secuestraba a una joven, objeto de su enamoramiento durante años. Pero este simple resumen de un guión cinematográfico escondía detrás un libro de apenas doscientas páginas que, sin embargo, propone temas de conversación para varios días. En 1963, John Fowles firmó una primera novela que le permitió dedicarse en exclusiva a la escritura a partir de entonces y que terminó siendo adaptada al cine, apenas dos años después, con la dirección, nada menos, de William Wyler, que también se puso a los mandos de clásicos como Vacaciones en Roma o Ben-Hur. Un joven solitario, Frederick Clegg, gana una importante suma de dinero en la lotería, lo que le permite cumplir con un plan muchas veces soñado, secuestrar a la estudiante de arte Miranda Grey, a la que ama.

El libro sólo posee dos capítulos, en el primero nos cuenta la historia el coleccionista de mariposas, mientras que, en el segundo, es la joven Miranda la que narra el secuestro. Las batallas psicológicas entre ambos son impresionantes y no están exentas de reflexiones sociales y culturales que dividen el mundo en dos, aquellos que giran con el planeta sin más interés por los mecanismos del universo y los que buscan una vertiente creativa a todo. Ignorancia y sabiduría. Desconocimiento y cultura. Amor y obsesión, entre otros antónimos. La película, del mismo nombre, protagonizada por Terence Stamp y Samantha Eggar , aunque pierde buena parte de la tensión psicológica y de los planteamientos filosóficos del libro, es una obra destacable, sobre todo si tenemos en cuenta lo difícil que puede ser mantener el interés del espectador con, prácticamente, dos únicos personajes en la pantalla. Recibió tres nominaciones a los Premios Oscar (Mejor Director, Mejor Actriz y Guión Adaptado) y Eggar se llevó a casa el galardón a la Mejor Actriz en el Festival de Cannes.

Pero en la novela, Fowles le pide mucho más al lector, da las pinceladas de diferentes temas y le exige a quien lee sus páginas que se posicione, que reflexione, que se plantee qué papel juega él. Esa es la grandeza de El Coleccionista, que nos hace pensar si nosotros también tenemos esa tendencia a coleccionar lo que nos parece bello, a aislarlo, a mantenerlo por la fuerza con nosotros, por si nunca más lo encontramos.


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