Las reuniones con Sergio y Celia son todo un evento. Se sabe cuándo empiezan pero no cuándo acaban ni cómo van a acabar. La preparación de las mismas en sí mismo también es un evento, ya que, a pesar de que solemos quedar con bastante antelación, el restaurante lo escogemos en el último momento, lanzando nuestras redes por Tripadvisor, Eltenedor o un blog chulísimo que acabamos de descubrir que se llama La Criba y que os recomiendo a todos los que os guste probar restaurantes en la Comunidad de Madrid. Además de peinar Internet, consultamos con familiares o amigos para ver si nos recomiendan alguno que hayan visitado o del que tengan buenas referencias.Todo esto, lo podemos hacer entre la noche anterior a la comida y la propia mañana lo cual tiene bastante mérito ¿verdad? ¿Por qué hacemos esto cuando tenemos a veces hasta dos semanas para planearlo? Probablemente porque nos gusta el riesgo. Vivimos en él, de hecho. Somos gente dura, que sólo reserva en el último momento. Algún día incluso podríamos acudir sin haber hecho la reserva, confiando en nuestra buena suerte o con la intención de asaltar a un grupo de personas que sí que tuvieran hecha, atarlos, amordazarlos y dejarlos encerrados en nuestro coche. Ojo con nosotros.
Bueno, estoy desvariando, como de costumbre. El caso es que en esta ocasión, tras mucho intercambio de mensajes por el whatsapp, decidimos reservar en el restaurante Vi Cool by Sergi Arola. Como viene siendo habitual, os presento a continuación la foto de la carta, para que podáis de ver tanto precios como los distintos platos que ofrece.
Como veis, hay mucho donde escoger. El restaurante es de tapeo, así que salvo las hamburguesas no vais a encontrar platos principales y sí muchos para compartir. En nuestro caso, dado que la carta era algo abrumadora (tanto en tamaño como en cantidad de propuestas), no nos calentamos mucho la cabeza y pedimos directamente el menú de tapas que supuestamente incluye los platos más representativos del local.
La comida en sí no está mal, pero no es ninguna maravilla. Lo mejor de todo las patatas bravas y el carpaccio y dos cosas que no nos gustaron nada de nada fueron las berenjenas, demasiado ahumadas hasta casi saber a tabaco y el tomate, que no tenía ningún sabor. Otro detalle es que la fondue de chocolate con frutas es bastante simplona y no nos convenció tampoco a ninguno de los presentes. El resto de platos correctos, sin más. Al final, el menú más toda la bebida y café nos salió a unos 33€ por cabeza.
La idea es bastante buena y el menú incluye un montón de platos que te permiten probar muchas cosas, pero lo cierto es que nada destaca excesivamente y, aunque comes bien, no creo que volvamos. Puede merecer la pena para probar un día, si nunca habéis ido, pero creo que en Madrid, a ese precio, hay ofertas mucho más interesantes.
Dado que la comida no había salido todo lo bien que esperábamos, decidimos ir a ahogar nuestras penas con algunas copas. Aunque nuestra intención era tomar la primera en el Vi Cool, nos indicaron amablemente que cerraban a las cinco y que teníamos que marcharnos, así que decidimos irnos a la cercana Terraza de Cibeles, a disfrutar de las vistas mientras sobrepagábamos por un gin tonic no demasiado bien hecho pero que en buena compañía sabía estupendamente.
Como nos quedaba todavía bastante fuelle y habíamos recargado pilas, decidimos ir al Bristol Bar, para tomarnos el aperitivo antes de la cena y resarcirnos con un gin tonic como Dios manda. Ya hacía bastante que tenía ganas de ir a este bar de copas (que también es un restaurante de comida británica) y la verdad es que fue la mejor elección del día. Variedad de gin tonics, algunos exclusivos y todo tipo de cócteles. Especial mención recibe una enorme bola de plástico llena de caipirinha, de la que Celia se enamoró hasta perder la razón. Si queréis tomaros un gin tonic o cualquier otro combinado, a un precio más que aceptable, os lo recomiendo vivamente. ¡Y en el centro de Madrid!Y para terminar la noche, como apretaba el hambre, nos acercamos al Hard Rock Café y nos tomamos un platazo de Nachos. Ya era prácticamente domingo cuando decidimos marcharnos cada cual a su casa, tras una comida que se había acabado convirtiendo en cena.**
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