Revista Arte

Visita al templo

Por Javiermoreno

ARCO ya está aquí. Probablemente acuda este fin de semana. El stand de la editorial Ahora ofrece como novedad un libro con las serigrafías de Eduardo Pérez Salguero. Además, resonando con la obra plástica de Salguero, están los poemas de Diego Sánchez Aguilar, a lo que se añade el prólogo de un servidor. Resulta interesante este tipo de ediciones donde la obra plástica va acompañada de uno o varios textos. Creo que comparto con buena parte del público contemporáneo la desazón ante muchas de las obras expuestas en galerías y museos. Este tipo de experiencias me hacen replantearme la cacareada preeminencia de la imagen sobre el texto en los tiempos que corren. Lo cierto es que muchas de las obras exhibidas quedarían en una nadería insignificante si no fuese por el contexto, literalmente el texto que las acompaña, bien en la propia exposición (a través de las notas de pared) o en el catálogo. La topología de la iconosfera se construye a partir de textos (críticas, recensiones, catálogos...). Alguien puede pensar que no, que hay imágenes fascinantes per se, con independencia del dicurso que se elabore alrededor de ellas. Yo pondré dos contraejemplos. La Gioconda de Da vinci y El origen del mundo de Courbet. Intente el lector dejar de serlo por un momento y trate de imaginar qué sería de esas imágenes sin los ríos de tinta que han corrido a sus expensas. En el caso particular de El origen del mundo, es el propio título -un paratexto, sin duda, que, todo hay que decirlo, no se debe a su autor- el que le dota de la profundidad simbólica de la que carecería de otro modo. Sin el título, la obra de Courbet no sería sino un trasunto pornográfico para uso privado (como en realidad ocurrió durante más de un siglo), un excéntrico anacronismo para una época en la que el daguerrotipo ya podía ofrecer un mayor grado de 'realismo' que la pintura. Todo ello me hace dudar de que la iconosfera pueda generar algo tan elemental como un canon sin la ayuda del texto, mucho menos encontrar su sentido sin recurrir a este último. Y sin embargo, el texto continúa siendo la cenicienta en un mundo donde la imagen sin duda es la princesa. La imagen es lo que tiene glamour, lo que tiene aura, lo verdaderamente cool. Como en la antigüedad los templos religiosos que cifraban buena parte del imaginario de la época. Una experiencia -la visita al templo- que carecía de sentido sin la palabra sagrada que pronunciaba el sacerdote o que el propio creyente producía en su interior. Algo que de algún modo sigue ocurriendo ahora, aunque esa palabra se reduzca a un pequeño folleto que cogemos a la entrada de la exposición.
No lo duden. Si pueden, vayan a ARCO. Aunque sea para pedir la excomunión.


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