Revista Cine

‘mis días felices’: nunca es tarde

Publicado el 26 noviembre 2013 por Cintasperdidas @cintasperdidas

Cartel 'Mis días felices'

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El tiempo pasa, la vida se consume, los años corren. Sin embargo, nunca es tarde. Nunca es tarde para nada. Mis días felices es una película francesa dirigida por Marion Vernoux que se sumerge en la madurez y en las oportunidades perdidas que siempre se pueden recuperar. Protagonizada por Fanny Ardant, también participan Patrick Chesnais (Mi encuentro con Marilou), Laurent Lafitte  (Incompatibles, La espuma de los días) y Jean François Stévenin (Sister).

Caroline acaba de jubilarse y tiene todo el tiempo del mundo. Acostumbrada a su trabajo como dentista, no sabe qué hacer con su vida y con su tiempo. Quizá sea el mejor momento para lanzarse a esas aventuras que siempre deseó o quizá sea el momento para seguir viviendo según lo establecido. Su incorporación a un centro de jubilados deriva en una relación con su joven profesor de informática. A través de estos encuentros, Caroline volverá a sentirse llena de vida y a experimentar la pasión.

Foto 'Mis días felices'

El cine francés es una continua reflexión. Mis dias felices, la tercera película de Vernoux, centra su atención en los pensamientos de una persona que, con la jubilación, no sabe para donde mirar. Una sentida y buena interpretación de Ardant completan un maravilloso papel que gira en torno a la felicidad y a la realización personal. Descolocada, su personaje busca desesperadamente volver a sentirse joven. Justo aquí entra en escena un Lafitte que parece estar haciendo, por momentos, una película cómica. Su actuación contrasta con la de Chesnais, el marido siempre fiel y constante. Ambos, que no comparten escenas, simbolizan las dos vías de Caroline.

Mis días felices es una película melancólica que encuentra en la tercera edad la excusa perfecta para hablar de la esperanza, de las posibilidades siempre vigentes y de la pasión. Sin aspectos sobresalientes, la cinta gira alrededor de un correcto guión que no deja secuencias para la posteridad. Con una aceptable fotografía, siempre en un segundo plano para no interferir en la historia, Vernoux dirige esta oda a la libertad en tiempos de crisis personal.


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